viernes, 9 de noviembre de 2012

Yo fotografié al hombre invisible

Hoy quiero compartir una historia que he creado a raíz de una fotografía. En otros casos, mis fotografías ilustran alguno de mis relatos, pero en esta ocasión, será al revés... el relato ilustrará mi fotografía.
Es una historia extraña, y que he ido "enhebrando" sobre la marcha, pero estoy seguro que pasa más a menudo de lo que creo. En cualquier caso... ahí queda. La he llamado: Yo fotografié al hombre invisible.






YO FOTOGRAFIE AL HOMBRE INVISIBLE


Él sólo la miraba... desde la distancia seguía sus pasos, y paraba cuando ella lo hacía. 
Invisible como el aire, se deslizaba tras ella. No sabría decir cual era su intención, pero me desconcertó su gesto cambiante.
Le encontré en el mercado de San Miguel, pasando desapercibido para todo el mundo excepto para mi. Me llamó la atención su mirada, mitad perdida, mitad fija en su objetivo. Sin poder evitarlo, seguí la línea imaginaria que trazaba su visión, y descubrí una atractiva joven, rubia de pelo corto, que con  aire melancólico y un toque seductor, caduco y sobreactuado, típico de las películas de los setenta, trataba de enfriar un café en la barra de uno de los establecimientos.
Allí se encontraba él... apostado en la esquina de un comercio, observándola furtivamente.
Yo como suele ser costumbre, iba acompañado de mi cámara, y en ese momento capté la expresión y creo que la esencia y los pensamientos de aquel personaje que se camuflaba en las sombras vigilante.
No es que yo tenga un olfato de sabueso, pero me dije: "Aquí hay historia", así que decidí conocer el final de esta.

Una vez la chica terminó su café, salió del recinto y tomó calle abajo, seguida por "el hombre invisible", manteniendo la distancia, pero a un paso adecuado para no perderla nunca de vista. 
Ella hace una parada en la panadería, él espera mirando el escaparate de una zapatería a varios metros. Con el rabillo del ojo la ve salir, y vuelve a emprender la marcha. 
A pesar de su tosco aspecto, "el hombre invisible" se movía con la agilidad de un gato, y a juzgar por la ligereza, y el acierto para elegir escondrijos, seguro que tiene costumbre de hacer este tipo de cosas a menudo; sospeché.
Parada en la frutería, él finge luchar para abrir la puerta de un portal, que obviamente no es el suyo. Manzanas y kiwis... por su figura y la compra, parece una chica sana, pensé yo.
El ruido del portal hace que la chica dirija su mirada en nuestra dirección. Disimulo con mi cámara y paso totalmente desapercibido como un turista cualquiera.
Como un cortejo fantasmal, la chica, "el hombre invisible" y yo, nos deslizamos en silencio por las callejuelas del centro hasta el portal de la muchacha. Abre la puerta, y mira hacia atrás... sospecha algo. 
Ya apostado en la otra acera, "el hombre invisible" observa agazapado desde una esquina. ¿A que espera? Ya se ha ido la chica.
Transcurridos un par de minutos, con el rictus presa de la ansiedad, y la mirada mitad de desprecio y mitad desesperada, el hombre dirige su vista hacia una parte más alta del edificio.
Una luz se abre paso a través de una ventana abierta en el primer piso, y una sombra se ve moverse por la habitación. Aparece en escena el busto de la chica... misterio desvelado. Intento razonar: no es más que un depravado, que persigue a diario a la pobre muchacha para ver como se desnuda. Posiblemente tenga algún tipo de trastorno mental, y cualquier día será capaz de ir un paso más allá ¿A que clase de enfermo se le ocurre perseguir a la gente? 
La chica por su parte, se acerca desnuda a la ventana; por lo menos de cintura para arriba, y se deja ver. Junto a la ventana, se estira como desperezándose con unos movimientos demasiado sensuales, pero poco naturales y una sonrisa que a duras penas puede esconder. Alto ¿Que está pasando aquí?
Miro al hombre invisible, y la tensión se puede notar  incluso en su cuello... se crispa con desesperación y cuando la chica se despereza y se acaricia los pechos, sus ojos parecen salir de las órbitas y todo él parece vibrar con temblores cortos y repetitivos acompañados de una respiración entrecortada, dignos de un trance.
¿Que es todo esto? Me pregunto... pero de repente como si despertase de un mal sueño, me percato del juego... él: un pajillero trastornado, ella: una provocadora consciente de que el tipo la espía a diario, y disfruta poniéndole cardiaco. Yo: el auténtico hombre invisible de esta historia.
Una sola frase queda colgando en mi mente: ¿A que clase de enfermo se le ocurre perseguir a la gente? 

2 comentarios:

  1. ¡Guau! Vaya historia... Y la foto, muy inquietante O_O ¿Sabes? La primera parte de la historia me recuerda un poco a cierto trozo de cierta novela de cierta escritora novel que tú conoces de Twitter, jeje ;-)
    Besos y sigue escribiendo cosas así ^_^
    PD: Yo también suelo ir hilando y creando historias sobre la marcha...

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    1. Es verdad!! si tiene cierto parecido... pero todo parecido con la realidad, es pura coincidencia. ;)
      La verdad es que la historia de cuando tomé la foto, es muy parecida a la primera parte (con licencias), y la segunda, pura ficción. Así que entre una cosa y otra, empecé a hilar un relato fantástico-cotidiano-extraño-paranóico, jajajaja.
      Gracias por pasar, siempre es un lujo tenerte por aquí, Vir.
      Yo como ya sabes, he estado ausente por ciertos motivos, pero no tardaré en darte la tabarra por tu blog y volver a la normalidad.

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